La famosa dieta alcalina ha inundado recientemente las páginas de una conocida revista del corazón española. La noticia ha provocado un “boom” informativo que ha revivido esta conocida dieta, que ya tenía renombre entre celebrities de Hollywood como Demi Moore, Jennifer Aniston o Gwyneth Patrol.

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El propósito de esta dieta es mantener el pH corporal en niveles de pH alcalino, en torno a 7. Para ello se debe consumir aproximadamente un 80% de alimentos alcalinos y como máximo un 20 % de alimentos con pH ácido. Es cierto que la alimentación alcalina en ocasiones ha sido empleada por médicos y naturópatas para regular los niveles de ácido a nivel intestinal y tratar problemas como la acidez estomacal por hernia de hiato, la gastritis e incluso los dolores de cabeza. Sin embargo, a día de hoy la población la emplea mayormente como dieta de adelgazamiento y en la mayoría de los casos lo hacen sin supervisión médica o nutricional.
Es importante destacar que esta dieta elimina o reduce en exceso algunos grupos de alimentos, en especial aquellos que contienen proteína, es decir, alimentos de origen animal (pollo, ternera, pescado, huevos etc.), además de cereales integralephs, lácteos y otros grupos correctamente eliminados en una dieta de adelgazamiento como los azúcares simples o los alimentos procesados. Prescindir de estos alimentos en nuestra dieta diaria puede conllevar carencias nutricionales importantes en algunas vitaminas del grupo B, vitamina D y minerales como el zinc o el yodo, este último imprescindible para el correcto funcionamiento de la glándula tiroides, de suma importancia en nuestro metabolismo. Además del riesgo de pérdida de masa muscular, por la eliminación del consumo de proteínas. Ésta pérdida rápida de masa libre de grasa es responsable de la bajada inicial de peso pero también lo será del famoso “efecto rebote” cuando abandonemos la dieta y retomemos nuestra alimentación habitual, ya que nuestro metabolismo habrá visto mermada su capacidad de quemar calorías y/o grasa por la pérdida rápida de masa muscular.
Por otro lado, sus acérrimos defensores argumentan que los ambientes ácidos dentro de nuestro organismo favorecen la proliferación de bacterias y virus y el cuerpo intenta protegerse de estas toxinas aumentando la formación de depósitos de grasa. Sin embargo, estas afirmaciones no están contrastadas experimentalmente.
Como conclusión convendría puntualizar que ninguna dieta de exclusión de grupos de alimentos debe seguirse sin control médico o nutricional pese a que pueda parecer que ofrece ciertas bondades, ya que los efectos adversos a largo plazo no predecibles por la población.

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