Metidos de lleno en la época estival y llegado el mes de Agosto, que suele ser el preferido por los españoles para disfrutar de las vacaciones, entran en conflicto los deliciosos y refrescantes helados. Pero la pregunta es, ¿podemos incluirlos diariamente en nuestra dieta, y sobre todo en la de nuestros hijos?
Si nos fijamos en la pirámide alimentaria, encontraremos los helados en el vértice de la misma, lo que significa que deben ser alimentos de consumo ocasional dentro de una dieta equilibrada.
Aquellos helados derivados de productos lácteos tienen el valor nutritivo de la leche, pero normalmente suelen llevar azúcar añadido (hasta 30 gr. por cada 100 gr.). Tampoco debemos olvidar que, además de la grasa de la leche, muchas veces llevan adicionada manteca de cerdo, rica en grasa saturada, lo que también aumenta su valor calórico. Muchos de ellos también incluyen una elevada cantidad de colorantes. Por tanto, su consumo debería limitarse a una o dos veces a la semana en el contexto de una dieta variada y equilibrada.
Si tuviéramos que elegir, los de base láctea al menos nos aportan una fuente interesante de calcio y de proteínas de alto v
alor biológico y a la vez evitamos los azúcares añadidos y, si tenemos suerte, las grasas animales saturadas. Lo ideal sería combinar los de base láctea con frutas para conseguir también un buen aporte de vitaminas y fibra. Con los polos de hielo o los sorbetes evitaremos el componente graso, pero no debemos olvidar que si no son completamente naturales se asemejan a un refresco y presenta elevadas cantidades de azúcar, además de no aportar ningún nutriente.
También hay que tener en cuenta el estado de salud de nuestros hijos y evitarlos si existe algún problema de diabetes, sobrepeso u obesidad.
Como recomendación para nuestros hijos, que elijan el que más les guste dentro de los de mayor calidad, y lo consuman un máximo de 2 veces a la semana. Si conseguimos que escojan los más naturales, mejor que mejor.
