Existen diferentes condicionantes que nos generan hambre: el olfato, la boca, los ojos, el estómago, la mente y los sentimientos, que condicionan las distintas conductas alimentarias que identifican los diversos tipos de hambre.

¿Cómo no sentir hambre al ver un anuncio de algo de comer que nos gusta?, ¿Cómo no comprar palomitas al entrar en el cine?, o ¿cómo no entrar a una pastelería cuando nos llega el olor de cruasanes recién hechos desde la calle?. Este tipo de reacciones, no responde al hambre como una necesidad básica para sobrevivir, y ¿cuántas veces a lo largo del día tenemos pensamientos a cerca de la comida o los alimentos?. En muchas ocasiones comemos sin pensar, como un acto reflejo y sin tomar conciencia del momento. Para evitar este comportamiento y la consecuencias indeseables del aumento de peso, hay que tener en cuenta los diferentes tipos de hambre que nos condicionan.

hamburguesa1.- Hambre visual: es el tipo de hambre que nos hace comer incluso cuando no tenemos hambre al ver una foto de una jugosa hamburguesa o nos da sed al ver la foto de un refresco. Las empresas que se dedican a hacer estos anuncios, se encargan de retocar las fotos para conseguir que sean los más apetitosas posible, para que no podamos resistir la tentación.

2.- Hambre de olfato: es la que sentimos cuando como comentábamos antes, pasamos por al lado de una pastelería o entramos en el cine y nos viene el olor a palomitas.

Hay distintos ensayos clínicos que se centran en la capacidad saciante que tiene el sentido del olfato. Desde el Research Center of the Institut Paul Bocuse se parte de la hipótesis de que el aroma de un alimento que se ingiere al comienzo de una comida dismunuye o suaviza el alimento con el mismo aroma que se ingiere al final. Esta cualidad, bien analizada y conocida puede servir para modular ciertas conductas alimentarias o favorecer el control de la saciedad. Esto es lo que se hace con el Maridaje entre los vinos y los platos, es decir cómo sacar el máximo partido al combinar el vino con el plato adecuado para que ambos sabores se potencien entre sí haciendo que sean aún más intensos.

3.- Hambre de boca: es el tipo de hambre que tienen las personas a las que les gusta probar constantemente nuevos sabores y texturas. Una forma de saber si nos condiciona este tipo de hambre es prepararse un plato con diferentes texturas como zanahorias crudas y frias, patatas calientes y cremossas, palomitas de maíz, colines de pan… y masticar cada bocado unas 15 o 20 veces y centrar la atención en las sensaciones que tenemos en la lengua.

causas-de-la-obesidad4.- Hambre de estómago: son los ataques de hambre comunes, ese dolorcito en el estómago que asociamos con tenerlo totalmente vacío y que nos conduce a comer de una forma desmedida. En estos casos, es muy importante utilizar técnicas de control de la ingesta para distinguir y no confundir la sensación de ansiedad con el hambre. ¿Tengo realmente hambre o en realidad es apetencia por algún sabor o por algún alimento en concreto? ¿Me entran ganas de comer siempre a la misma hora? Si por el contrario, el «estómago» pide algún alimento concreto, la doctora sugiere observarse a uno mismo y reconocer las sensaciones que le invaden en cada momento. ¿Tensión? ¿Nerviosismo? ¿Inquietud? ¿Fatiga mental? ¿Alegría? ¿Euforia? Es posible que el cuerpo no esté necesitado tanto de comida, pero sí de descanso. Unos ejercicios de estiramientos, unas respiraciones profundas, salir a la calle unos minutos a respirar aire fresco pueden ayudar a identificar el origen del apetito. Saborear un té o comer pausadamente una fruta o unas tortitas de cereales son algunas propuestas sanas; mucho más ligeras (y digestivas) que caer en la tentación de comer la galleta de chocolate, el bombón, las patatas fritas o los frutos secos.

5.- Hambre celular: Responde a uno de los instintos más primarios: cuestión de supervivencia. Por ejemplo, está estudiado que la preferencia por el sabor dulce es innata, determinada por una predisposición genética a sobrevivir, al mantenimiento de la especie. La especialista explica este tipo de hambre como la necesidad orgánica de ciertos nutrientes que se ve referida como la querencia por comer alimentos muy concretos: chocolate, zanahorias, almendras (y no otros frutos secos), queso, sardinas enlatadas… También advierte que «el cuerpo lo pide para funcionar de manera óptima, aunque la mayoría de nosotros hemos perdido la capacidad de oír lo que nos está pidiendo», ya que popularmente estos comportamientos se identifican como «antojos».

shutterstock_917632706.-Comer con la mente: La doctora Bays traslada una reflexión muy interesante, que es que «cuando comemos en base a los pensamientos, nuestra alimentación se basa por lo general en la preocupación«, lo cual nos puede conducir a comer demasiado sin justificación, o todo lo contrario, a dietas estrictas sin fundamento dietético ni médico, a una alimentación muy limitada y monótona que no se puede sostener en el tiempo porque comprometería la propia salud física y el equilibrio mental. El poder de la mente es inmenso, y es el responsable en gran medida de nuestro comportamiento alimentario.

6.-Hambre del corazón: es el tipo de hambre que experimentamos cuando sentimos ansiedad o tristeza, que nos lleva a buscar en el alimento o la comida un modo de compensar o de llenar un vacío emocional. Según Bays, las relaciones «más desequilibradas con los alimentos son causadas por no atender a los sentimientos». En esta línea, el psicólogo clínico Esteban Cañamares, especialista en temas de comportamiento alimentario, cuenta en su libro ‘¿Por qué no puedo adelgazar?’ lo importante de recordar que «comer es un placer, y como tal puede exagerarse para compensar insatisfacciones en otras áreas de la vida«. De ahí la importancia de llenar los corazones de distintas maneras, tal y como plantean los especialistas: atender a los amigos, llamar a un ser querido, cuidar el jardín, hacer un regalo, escuchar música, dar un paseo, disfrutar de la naturaleza, agradecer lo que se tiene.

Después de leer todo esto…¿tienes hambre?…

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