niña-gorda-discriminadaCuando tenemos una visión de la realidad negativa, dolorosa y en ocasiones desesperanzada, como por ejemplo una visión negativa de nosotros mismos estamos teniendo emociones y pensamientos negativos irracionales o también conocidos como distorsiones cognitivas. Se dice que son distorsionados cuando no son verificables y nos provocan un malestar que no está en consonancia con el acontecimiento activador.

Las distorsiones en ocasiones adoptan la forma de obsesiones, ocupando gran cantidad de tiempo e interfiriendo en las actividades diarias, como por ejemplo la búsqueda de empleo o la pérdida de peso.

Se trata de hábitos de pensamiento erróneos que utilizamos constantemente para interpretar la realidad de forma distorsionada y dañina.
Cash ha elaborado una lista de  pensamientos distorsionados respecto a la apariencia física, los denomina “docena sucia”.

  1. La bella o la bestia: “O peso lo que quiero o soy gorda”. Error de tipo pensamiento dicotómico.
  2. El ideal irreal: se refiere al uso del ideal social como un estándar de apariencia aceptable. Los sentimientos de fealdad aparecen al compararse con los ideales que la cultura y la sociedad imponen en este momento. Desde las revistas y la televisión se bombardea con imágenes en las que se destaca el peso, la altura, la figura, estructura corporal, musculatura, tonalidad de la piel, color del pelo, etc.
  3. La comparación injusta: normalmente la gente se compara sólo con aquellas personas que tienen las características que les gustaría tener.
  4. La lupa: error de atención selectiva. “Mis caderas son tan horriblemente anchas que destruyen todo mi aspecto”. Se observa únicamente y de manera muy detallada sólo las partes que se consideran más negativas de la propia apariencia.
  5. La mente ciega: es aquel pensamiento que minimiza o infravalora cualquier otra parte del cuerpo que pueda considerarse mínimamente atractiva.
  6. La fealdad radiante: empezar a criticar una parte de la apariencia (algunas arrugas en los ojos) y continuar con otra y con otra (busca otras evidencias de vejez) hasta que genera una creencia general (“estoy viejo/a”).
  7. El juego de la culpa: la apariencia es la culpable de cualquier fallo, insatisfacción o desengaño, aunque en principio no esté relacionado en absoluto con ella.
  8. La mente que lee mal o la mala interpretación de la mente: “La gente no es simpática conmigo por mi peso”. Es la distorsión que hace posible “leer” o interpretar la conducta de los demás en función de algún fallo o en el aspecto corporal.
  9. La desgracia reveladora o prediciendo desgracias: “Nunca me querrán debido a mi aspecto físico”. Es la predicción calamitosa de desgracias futuras que sucederán por culpa de la apariencia.
  10. La belleza limitadora: “No pienso ir al gimnasio a hacer deporte para perder peso hasta que pierda peso”. Consiste en poner condiciones a las cosas a realizar que en realidad las hacen imposibles: “No pienso salir de casa hasta que pierda 10 kg”.
  11. Sentirse fea/o: lo cometemos cuando convertimos un sentimiento personal en una verdad universal. El que una persona se sienta fea no quiere decir que lo sea, ni que los demás lo piensen, ni que en otras ocasiones ella misma no pueda sentirse bien consigo misma.
  12. Reflejo del malhumor: sería el traspaso del malhumor o preocupación causada por cualquier acontecimiento al propio cuerpo. Por ejemplo un día estresante, un examen difícil o un disgusto con una amiga pueden ser en realidad la causa del mal humor, pero acaba achacándose a algún aspecto de la realidad.

imagesLas distorsiones tienen su precio, nadie es capaz de pensar que es una persona horriblemente fea y despreciable y estar alegre.

Todas las distorsiones ayudan a procurar emociones negativas y evidentemente este conjunto lleva a actuar de manera errónea y limitadora.

Si has visto reflejada tu forma de pensar en alguna de estas distorsiones un paso fundamental para conseguir mejorar la autoestima y sentirte mejor es reconocer este tipo de pensamientos perturbadores que se generan en nuestra mente de forma automática y así rebatirlos cada vez que los tengamos, así se irán desvaneciendo y adquiriremos una forma de pensar más adecuada.

 

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