Tradicionalmente, la pirámide nutricional ha sido la guía básica a partir de la cual elaborar pautas nutricionales saludables. Sin embargo, ya hace tiempo se empezó a ver que presentaba ciertas deficiencias fruto de los avances y nuevos descubrimientos en el campo de la nutrición.

Pirámide nutricional

Pirámide nutricional


A pesar de que experimentó numerosas modificaciones progresivas como la incorporación del agua, el ejercicio físico o las técnicas de cocina saludables, no acababa de convencer a numerosos expertos que destacaban fallos como que:

  • La base debería estar ocupada por frutas y vegetales ya que son estos los alimentos que debemos consumir en mayor cantidad.
  • Dentro de cada grupo de alimentos se puede encontrar una gran variedad de los mismos y todos ellos con diferentes propiedades nutricionales. Esto debería obligar a definir la frecuencia y cantidad adecuada de consumo de cada uno de ellos individualmente y no en bloque.
  • Puede llevar a pensar que para llevar una dieta equilibrada es necesario consumir alimentos de todos los grupos cuando no es así.
  • En ella aparecen productos insanos como la bollería, los ultraprocesados, los dulces, los snacks o las bebidas alcohólicas cuyo consumo, no solamente no es necesario, sino que conviene que lo evitemos en la medida de lo posible.

Por todo lo anterior surge el conocido como Plato de Harvard. Una nueva manera de hacer entender a la población general cómo han de estar estructuradas sus comidas.
En este nuevo patrón, altamente visual, se colocan los alimentos en un plato de manera que la mitad del mismo estaría ocupado por vegetales y frutas y, el otro medio, quedaría dividido a partes iguales entre cereales integrales y alimentos proteicos. Además, no olvida incluir el agua, café o infusiones como bebidas habituales, nos recuerda que las grasas saludables deben estar presentes en nuestros menús y resalta la importancia de realizar ejercicio.

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   Plato de Harvard


Es importante destacar que dentro de cada grupo hace diferenciaciones entre los alimentos que lo constituyen. Por ejemplo, señala que las patatas fritas no cuentan dentro de la ración de verduras o que las grasas que se deben incluir son las saludables como el aceite de oliva mientras que hay que evitar otras como las mantequillas o grasas trans.
En resumen, se puede decir que el Plato de Harvard tiene dos objetivos básicos. Por un lado, quiere que aprendamos a diseñar nuestros menús fijándonos tanto en la cantidad de cada grupo de alimentos como en la calidad de cada uno de ellos por separado. Por otro, nos insiste en que hay ciertos productos alimentarios (alcohol, refrescos, bollería….) cuyo consumo pasa de ser ocasional (lo cual puede resultar muy ambiguo) a cuanto más se eviten, mejor.
 

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