En Estados Unidos, una pareja ha conseguido perder casi 90 kilos cambiando la forma de elaborar sus comidas y sus hábitos de vida.
Todo es posible, sólo hay que cambiar algunas cosas que hacemos habitualmente, para que en unos meses, notemos que la pérdida de peso es posible sin matarse en el gimnasio o morirse de hambre.
Kay y Mike Alexander, eran personas delgadas cuando se conocieron, y seguían siéndolo cuando se casaron. Pero con el paso del tiempo, el trabajo, la crianza de los hijos, los embarazos… etc, hicieron que los kilos de más se fuesen acumulando.
“Engordé aproximadamente entre 2,2 y 4,5 kilos al año durante 20 años” dijo Kay Alexander.
A los 55 años, cuenta que que estaba “a una prueba sanguínea de ser diagnosticada con diabetes Tipo 2”, cuando comenzó a tener dolores en el pecho.
Su padre había muerto de un infarto, por lo que Kay fue rápidamente al hospital, donde le dijeron que acababa de sufrir un infarto. Sin atención médica, hubiese muerto a las pocas horas.
“Ese fue el gran detonante de nuestro cambio” comenta.
Medía 1,60 m de estatura y pesaba 136kgs. Sabía que tenía que perder peso, pero también sabía que la dieta, no era la respuesta. Su esposo que en aquel entonces estaba en un IMC de 34 y cuando se casaron lo tenía de 23, también estaba de acuerdo.
Entonces, en lugar de comer menos de la comida que ingerían habitualmente y adelgazar dejando de comer, confiaron en sus conocimientos como ingenieros químicos y comenzaron a cambiar cosas en sus recetas para intentar rebajar la cantidad de calorías que comían al día, sin tener que comer menos cantidad de alimento y así no pasar hambre.
Utilizaron contadores de calorías para calcular las calorías que había en las comidas que iban preparando minimizando la cantidad de carbohidratos y aumentando la cantidad de vegetales.
“Mucho de lo que hicimos fue engañar a la mente y el estómago (…) Por cada alimento que sacábamos, intentábamos poner uno nuevo”, dijo.
Reinventaron muchas de sus recetas favoritas como por ejemplo el puré de patatas que empezaron a preparar con coliflor. Cambiaron el arroz blanco salteado con pollo por palitos de pita que son altos en fibra y cambiaron su plato de espaguetis horneado de los sábados por ensalada de brócoli.
En sólo un año, después de cambiar sus recetas, Kay Alexander perdió más de 50 kilos y Mike Alexander 29.
“Todavía intentamos hacer galletas y dulces que sean bajos en calorías”, dice. “Tiene una galleta de merengue que tiene cuatro o cinco calorías. Creemos que las empresas de alimentos deberían diseñar sus alimentos para que sean bajos en calorías, como lo hemos hecho”.
La clave, fue cambiar su alimentación. Antes comían muchos alimentos preparados y los cambiaron por cocina casera baja en calorías, el cambio fue espectacular.
Además de contar las calorías, el ejercicio aumentó significativamente el nivel de energía. Kay Alexander comenzó a usar un podómetro (un aparato que mide la cantidad de pasos que se dan al día). Con el paso del tiempo, sus pasos se incrementaron de 3.500 a 17.000 al día… por eso su pérdida de peso fue tan espectacular.
Solo es necesario cambiar unas pequeñas rutinas diarias, para que la pérdida de peso sea efectiva y duradera.
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